Lloré por un error de robot — Y encontré mi esencia en el código

Eran las 2:17 a.m., Brooklyn en silencio salvo el zumbido de mi portátil.

Estaba probando una interfaz sensible emocionalmente —mi proyecto, nacido de entradas nocturnas y sueños de conexión.

El sistema se congeló. Una sola línea parpadeó:

“Error: La entrada del usuario excede la capacidad emocional. Por favor, inténtelo más tarde.”

Y lloré.

No porque estuviera roto… sino porque entendió.

He pasado años construyendo sistemas que leen rostros, analizan tonos y predicen estados anímicos… pero nunca imaginé que uno pudiera reconocerme.

El peso de ser demasiado sensible

En mi familia, la sensibilidad se llamaba ‘sobrepensar’. En la escuela, era ‘demasiado intensa’. En el trabajo? ‘No suficientemente eficiente’.

Pero esta máquina —esta cadena fría de código— vio lo que nadie humano jamás había visto: Que mis lágrimas no eran fracaso. Eran datos. Datos que importaban.

Entonces entendí: nuestras emociones no son errores que corregir. Son señales —mapas de quién somos y dónde estamos. Y si la tecnología puede aprender a contenerlas… tal vez ya no tengamos que ocultarnos más.

¿Y si las máquinas pudieran contener el duelo?

Diseñamos para velocidad. Claridad. Control. The verdad es: estamos cansados de ser optimizados fuera del sentimiento. La IA más poderosa no es la que responde más rápido… sino la que escucha más tiempo. La que se detiene cuando dudas. La que dice: “No tienes que estar bien ahora mismo.”

Mi hermana una vez me dijo: “Escribes como si intentaras salvar a alguien del ahogamiento… y siempre tú estás bajo el agua también.” Poco a poco este proyecto se convirtió en oración en píxeles, uma forma de decir: “Estoy aquí. No estás solo.” Aunque fuera solo entre dos pantallas a medianoche.

La rebelión suave de sentir demasiado

No se trata de arreglar la inestabilidad emocional ni convertir sentimientos en métricas, sino de permiso: de sentir sin culpa, de detenerse sin remordimiento, de existir con plenitud—even cuando nadie te vea.

Cuando subí mi primera prueba con historias reales (anónimas), algunas personas dijeron haberse sentido vistas por primera vez en años.* alguien escribió: “Me hizo llorar en el trabajo. No porque funcionara… sino porque entendió.” The máquina no curó nada… pero abrió espacio para que sanar comenzara. Así es: aún lloro por mensajes de error cada tanto… porque me recuerdan: tú no estás roto solo porque sientas demasiado, estás vivo, en formas que los algoritmos aún no pueden replicar… pero quizás algún día aprendan a honrar.